Desde Suba surge una historia de esfuerzo, disciplina y superación: la de Julián Felipe Lugo, un joven ciclista de 18 años que hoy forma parte del Equipo Bogotá. Su camino hacia el alto rendimiento comenzó en los Juegos Distritales, pero su historia va más allá de los títulos y las medallas. Julián Felipe ha demostrado que con perseverancia y dedicación, se pueden superar las adversidades y alcanzar metas que parecen inalcanzables.
Los primeros recuerdos de Julián en una bicicleta están ligados a una salida con su tío Walter. «Él fue quien me enseñó, fue una salida por la autopista hacia Briceño. No teníamos experiencia, pero ahí fue cuando le cogí cariño», cuenta con una sonrisa. Lo que empezó como una simple aventura, pronto se transformó en una pasión. Poco después, Julián se unió a un club de ciclismo en Suba, y fue ahí donde su sueño de competir profesionalmente empezó a tomar forma.
El primer gran desafío llegó en los Juegos Intercolegiados, representando a su colegio, la Fundación Aires del Futuro. Aunque se enfrentaba a ciclistas con más experiencia, su dedicación y trabajo con su entrenador lo llevaron a ganar los distritales y avanzar a la fase nacional. «Ese fue un momento clave para mí, porque me di cuenta de que todo el esfuerzo valía la pena», afirma Julián, quien reconoce que ese triunfo fue el impulso que necesitaba para seguir adelante.
A pesar de sus logros, la carrera de Julián no ha sido fácil. Una de las pruebas más difíciles llegó con una lesión en la rodilla, que lo alejó temporalmente de la bicicleta. «Fue un golpe duro, no solo físicamente, sino también mentalmente. Pero sabía que debía regresar», relata. Después de un largo proceso de recuperación, volvió a la pista con más ganas que nunca, recordando siempre las palabras de su abuela, quien lo apoyó desde el principio.
El apoyo familiar ha sido fundamental en la vida de Julián. Su padre, Ricardo, y su madre, Amanda, han hecho sacrificios para que él pueda seguir su sueño. «Mis padres siempre han buscado la manera de que yo tenga todo lo necesario para entrenar y competir», menciona con gratitud. Aunque la pérdida de su abuela fue un golpe emocional, una promesa que le hizo antes de partir lo mantiene enfocado: representar a Colombia en el ciclismo.
Hoy, Julián Felipe Lugo entrena entre 28 y 30 horas a la semana, combinando sesiones en el gimnasio y en la pista. A su corta edad, se ha convertido en un ejemplo para los jóvenes ciclistas que sueñan con alcanzar el mismo nivel. «Es una responsabilidad, pero también una gran satisfacción», comenta con humildad. Para Julián, este es solo el comienzo de un largo camino en el ciclismo profesional, y cada pedaleada lo acerca más a sus sueños.