La Industria Militar de Colombia (Indumil) dio un salto palpable hacia la autonomía estratégica al presentar un fusil diseñado y fabricado mayoritariamente en el país, pensado para cubrir las necesidades operacionales de la Fuerza Pública y reducir la dependencia externa. El proyecto ya alcanza que el 85 % de sus componentes sean de fabricación nacional, una cifra que refleja años de investigación y apuesta por la industria local más que una simple bandera política.
Además, la estrategia busca no solo sustituir importaciones, sino consolidar capacidades productivas internas que favorezcan mantenimiento, repuestos y soporte técnico a largo plazo, algo clave en contextos de seguridad dispendiosos.
Para los responsables del desarrollo, este fusil es una pieza central de un plan más amplio: innovar, optimizar costos y garantizar que la defensa nacional tenga respuesta ágil y propia ante retos impredecibles.
El arma incorpora cambios tangibles frente al Galil ACE actualmente en uso: es más liviana, resiste mejor la corrosión en ambientes extremos y facilita la limpieza y el mantenimiento gracias a pasadores rápidos y un diseño modular pensado para el campo. Su construcción emplea un 65 % de polímeros de alta resistencia —frente al 30 % del Galil, compuesto mayoritariamente en acero— lo que reduce peso sin sacrificar robustez y favorece maniobras de alta movilidad y combates de proximidad.
El diseño modular incluye riel Picatinny, permitiendo integrar accesorios como designadores láser, linternas y miras ópticas con rapidez; esa versatilidad operativa es uno de los puntos que más valoran los usuarios en pruebas iniciales. A su vez, las especificaciones muestran diferencias concretas en masa: en las versiones de 8, 13 y 18 pulgadas el fusil Indumil es consistentemente más ligero que el Galil ACE, lo que supone menos fatiga para el combatiente y mejor rendimiento en misiones largas.
Un arma más ligera y adaptable en las manos de las Fuerzas Armadas para 2026.
El proyecto se estructuró en tres fases: investigación y vigilancia tecnológica; diseño y desarrollo; y, finalmente, ingeniería de proceso y producción en serie, con ahorros estimados del 25 % frente al arma previa. La Fase I ya cerró con estudios de mercado y el diseño conceptual; la Fase II avanza al 75 % y suma 10 prototipos que las Fuerzas empezarán a probar en octubre de 2025, paso decisivo para recoger retroalimentación real. La Fase III contempla montar líneas de fabricación y una capacidad de producción que, según los planes, podría llegar a 80.000 fusiles anuales; la producción en serie está prevista para el segundo semestre de 2026.
La transición completa al nuevo fusil podría tomar unos cinco años, un periodo necesario para reemplazar gradualmente los 400.000 equipos existentes sin fracturas operativas ni desabastecimientos en unidades críticas.
Más allá de cifras y cronogramas, el proyecto representa para el gobierno y para Indumil un compromiso tangible con la soberanía tecnológica y la modernización de las Fuerzas. Si todo marcha según lo previsto, Colombia no solo ganará un arma más ligera y adaptable, sino también una base industrial capaz de sostener la logística, el mantenimiento y la actualización tecnológica con mano de obra y componentes nacionales. Ese doble efecto —mejor capacidad operativa y fortalecimiento industrial— es lo que autoridades y técnicos esperan ver materializado en los próximos años, con pruebas que empezarán en 2025 y producción escalable en 2026. En suma, el fusil que hoy ensaya Indumil no es sólo un nuevo equipo: pretende ser un símbolo de autonomía, eficiencia y resiliencia para la defensa del país.
Tomado de: https://www.presidencia.gov.co/prensa/noticias










