La Primera Cumbre de Turismo Indígena de América Latina y el Caribe convirtió a Popayán en el epicentro del diálogo entre culturas, saberes y territorios. Durante varios días, representantes de más de 18 países —entre líderes indígenas, académicos, funcionarios y organismos internacionales— pusieron sobre la mesa un mensaje claro: el turismo indígena no es un simple sector económico, sino una apuesta por la vida, la identidad y la sostenibilidad. Los pueblos originarios, con su cosmovisión y su profundo respeto por la naturaleza, reivindicaron su papel como protagonistas de un modelo turístico que respeta la tierra y dignifica la memoria.
El encuentro dejó claro que respaldar el turismo indígena es, en el fondo, respaldar un cambio de paradigma. No se trata solo de atraer visitantes, sino de tejer relaciones más humanas con el territorio, donde la dignidad, la sostenibilidad y la espiritualidad se entrelacen. En este contexto, la política “Turismo en armonía con la vida” posicionó a Colombia como país líder, al dar voz a las comunidades y enfocar el desarrollo con sentido. John Alexander Ramos Calderón, del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, lo resumió así: “El turismo debe ser con propósito, debe garantizar el buen vivir de todas las formas de vida que habitan nuestros territorios”.
Fontur y el Turismo Indígena: El Poder de la Cultura como Motor Económico.
Los logros concretos no se quedaron en el discurso. La creación de la Escuela Itinerante Intercultural de Turismo Indígena en el resguardo de Tacueyó (Cauca) marcó un antes y un después en la formación de líderes para la gestión turística con enfoque ancestral. Desde allí, más de un centenar de personas han sido capacitadas en gobernanza, gestión sostenible y preservación del patrimonio biocultural. A esto se suman proyectos emblemáticos como “Termas ancestrales” y las “Experiencias de prácticas ancestrales en turismo de bienestar”, que han demostrado que el turismo indígena también puede ser motor económico sin perder su raíz espiritual ni su conexión con la tierra.
El cierre de la cumbre dejó una hoja de ruta clara. La creación de la Red Indígena de Turismo de América Latina y el Caribe y la presentación de la “Declaratoria de Turismo Indígena 2025” sellaron el compromiso regional por un turismo con identidad, intercultural y sostenible. Como señaló Félix Gonzalo Ojeda, gerente (e) de Fontur, “cuando los pueblos se unen, hablan con una sola voz, una voz que nace de la tierra y del poder transformador de la cultura”. En Popayán se sembró más que una declaración: se sembró la convicción de que el turismo indígena no solo rescata el pasado, sino que proyecta un futuro más justo, más humano y más nuestro.











