Con la comunidad educativa de este colegio oficial ubicado en la localidad de Suba se realizó una reparación simbólica después de los hechos ocurridos el 9 de marzo que generaron múltiples afectaciones socioemocionales a nivel personal y colectivo. El espacio sirvió para expresar el compromiso de la institución de querer ser un territorio de Paz.
Era un día normal en este centro educativo cuando empezaron los desmayos entre los estudiantes. En ese momento, la confusión se apoderó de la comunidad y todo se convirtió en caos. Llegaron ambulancias y madres y padres de familia entraron en pánico porque no sabían lo que sucedía al interior del colegio.
De inmediato, las redes sociales se inundaron con información errónea, lo que extendió más la angustia de las familias y, sumado a esto, los medios de comunicación empezaron a informar sin conocer bien el contexto de los hechos y así se alarmó más a la comunidad.
“Denuncian intoxicación masiva en el colegio de la capital, ¿qué sucedió?”, “Niños desmayados en el Colegio Gerardo Paredes de Suba”, “Nueve menores resultaron intoxicados en colegio al norte de Bogotá”. Estos fueron los titulares de los medios de comunicación sobre la situación, lo que generó mayor preocupación en el entorno escolar y daños a la reputación institucional.
Y aunque los hechos aún son materia de investigación, este episodio generó el desespero y la confusión en la comunidad educativa que desembocó en algunas acciones agresivas en contra de las directivas, los docentes y administrativos del colegio. Este infortunado acontecimiento rompió los lazos de confianza institucional en la triada estudiantes, padres y maestros, que resultó en una afectación socioemocional escolar.
Estos hechos motivaron a las directivas del colegio a generar una estrategia de reparación simbólica colectiva sobre lo sucedido, a través del diálogo con todos los actores de la comunidad educativa y así esclarecer, reconocer, valorar y restaurar la confianza institucional y facilitar escenarios de compromisos para evitar la ocurrencia de situaciones similares.
De acuerdo con María del Carmen Murcia, rectora del colegio Gerardo Paredes, “buscamos favorecer un proceso simbólico a través del cual construir nuevas narrativas públicas que nos permitan expresar que si bien es cierto lo ocurrido nos afectó, somos una comunidad rica en principios institucionales y comunitarios fundados en el respeto y el cuidado a través de los cuales seguimos promoviendo la defensa de la paz y la reconciliación”.
Para ello, el primer paso fue el de RECONOCER. Esta palabra es un palíndromo (se lee igual de derecha a izquierda que de izquierda a derecha) y se conecta mucho con el propósito institucional. Una de las apuestas de este centro educativo es el respeto a través de la propuesta ‘inter-somos’, somos con y en el otro. Es decir, cada persona se refleja, se encuentra, se complementa con las diferencias, con los diálogos, con los debates y con los desencuentros del otro.
“Queremos seguir siendo una comunidad educativa diversa, que respeta y valora las diferencias, que vive desde esas diferencias y que es capaz de que luego de que ocurren eventos como el de ese día, nos duelen a todos, podemos abrir espacios de encuentro y de transformación de esos dolores”, destaca la rectora María del Carmen.
“Nuestro deseo es aprender y darnos cuenta de cómo lo vivido nos enseña lecciones para que no repitamos acciones que lastimen personas y se fortalezcan las relaciones interpersonales”, señaló Yeison Olarte, docente orientador del colegio Gerardo Paredes.
Y un tercer espacio fue el de REPARAR. Si bien es cierto la reparación es un proceso, este debe comenzar con la voluntad. Y a eso fue a lo que convocó el colegio, a que en el rol de liderazgo de cada uno se vuelva a poner en el centro de los principios comunes. De esta forma, la comunidad gerardista pudo comprometerse a que eventos como el sucedido se afronten mejor y se reparen en poco tiempo.
Hacia el camino de la reconciliación
Para materializar esta iniciativa de reconciliación, se sostuvieron reuniones con el consejo directivo, el comité de convivencia, estudiantes líderes de los grados décimo y undécimo, familias involucradas, personal de apoyo del colegio (enfermería y servicio de seguridad), así como estudiantes afectados directamente para que se conociera lo ocurrido, entender lo que sintió la comunidad educativa en ese momento, el impacto que produjo la situación y cómo restaurase institucionalmente.
Gracias a estos espacios de diálogo, se reconocieron las afectaciones socioemocionales y se evidenció que los principios institucionales se pusieron a prueba con los desafortunados hechos de agresión, pero que son susceptibles de usarse con saldo pedagógico para movilizar el compromiso hacia la convivencia pacífica y la gestión de conflictos por vías no violentas.
Posteriormente, se hizo un análisis de la situación para tratar de entender la subjetividad de lo que pensaron algunas personas en ese momento de crisis institucional y como ejercicio de reflexión se decoraron materas, pocillos y platos.
A su vez, se solicitó a los participantes que se cambiaran estos elementos entre los diferentes grupos y se pidió que los rompieran para demostrar de forma simbólica lo que había sucedido el pasado 8 de marzo. De esta forma, se buscó que la comunidad entendiera que se rompieron los vínculos y la confianza institucional.
Luego, se abrió un espacio para restaurar estos elementos con el objetivo de que estudiantes, padres, madres, cuidadores y docentes entendieran la importancia de volver a recuperar lo que se ha construido con tanto esmero y dedicación. Para fortalecer a la comunidad, simbólicamente se entregaron unas ‘curitas restaurativas’ para quienes quisieran sanarse a sí mismos o a los demás en cualquier lugar de su cuerpo.
Los resultados de esta propuesta se socializaron con la comunidad educativa que buscó, sobre todo, reconocer públicamente las afectaciones comunitarias que lo ocurrido generó y reparar la confianza de la comunidad educativa, así como el sentir de quienes apuestan por tener un territorio de paz y para continuar hacia adelante sanando mutuamente.
Después de este trabajo y de semanas de reflexión con la comunidad, los estudiantes tienen más sentido de pertenencia, los docentes se sienten más orgullosos de sus alumnos, y todos demuestran el amor por la institución y el cuidado a las instalaciones. Lo más importante es que se logró comprender, analizar y transformar su realidad escolar.
Este ejercicio pedagógico contó con el acompañamiento pedagógico de la Secretaría de Educación del Distrito por medio de la estrategia Justicia Escolar Restaurativa del Programa Integral de Educación Socioemocional, Ciudadana y Escuelas como Territorios de Paz, con el propósito de posicionar la paz como derecho, aportar a la gestión pacífica de conflictos y a la reconstrucción del tejido social en las escuelas.