Rubilma Urrego Neira es una líder social de Suba que tiene la convicción de que llegó a este mundo hace 48 años para proteger vidas, sin importar a quién. Primero, debió salvar la suya y la de su familia cuando se vieron obligados a huir de las amenazas de los grupos armados en su natal Florencia, Caquetá, en el año 1986. Llegaron a una ciudad desconocida como Bogotá, en donde forjó su carrera como defensora de derechos humanos y hoy es beneficiaria de incentivos del Distrito a través del programa ‘Presupuestos Participativos’ para impulsar su proyecto ‘Sueño para Mujeres’.
“Esta iniciativa viene de ver la situación en la que nos puso la pandemia. Muchas personas necesitábamos arreglar una máquina, pero no había quién lo hiciera”, afirmó Rubilma, a quien se le ocurrió que enseñar cómo reparar y hacerle mantenimiento a aparatos como máquinas industriales, planas, fileteadoras o de collarín sería muy beneficioso para mujeres como ella, desplazadas y víctimas del conflicto armado.
“Se fue dando la idea y se fue estructurando la forma de ‘Sueño para Mujeres’ y resultó que se capacitaron 43 mujeres. Ellas se formaron en corte y confección de faldas y blusas”. Cabe resaltar, además, que este proyecto recibió del Distrito un capital de 40 millones de pesos, así como procesos de formación y elementos de producción como máquinas y dotación de elementos de seguridad.
Esta líder social vive en el barrio El Rincón junto a dos de sus tres hijos, quienes día a día intentan salir adelante; esto no lo ha logrado su hijo mayor, a quien tuvo a sus 15 años después de haber sido víctima de abuso sexual recién llegada a Bogotá; ésta fue otra vida que salvó Rubilma, quien debió enfrentar la presión de su familia para no tener al bebé. Pero ella, convencida de su misión, decidió seguir el proceso de gestación.
Él, hoy en día, no vive con ella. “Es algo duro que tengo que afrontar porque él es consumidor de estupefacientes y habita en la calle y una no sabe si irá a volver”, aseguró. Pero estas situaciones han afianzado la fortaleza de esta mujer, quien ya había vivido otro episodio de agresión a su intimidad en Florencia, antes de partir a la capital. “Esto me ha hecho sufrir bastante; varias veces intenté quitarme la vida. De hecho, a veces decaigo porque sufro de depresión y todo eso condujo a muchas cosas que yo no entendía. A veces me pregunto por qué me sucedió a mí”, puntualizó la líder, quien además debe sobrellevar una pérdida del 76 por ciento en su visión.
Para esta defensora de derechos humanos, el ayudar a los demás se ha convertido en una terapia y lo hace a través de su participación en la Mesa Local de Víctimas de Suba, en donde brinda apoyo a las víctimas que, como ella, una vez tuvieron que llegar a una enorme ciudad como Bogotá sin saber qué hacer, y quienes hacen parte de los más de 369 mil afectados por el conflicto armado que viven en la capital, de acuerdo con cifras del Observatorio Distrital de Víctimas.
“Llevo cinco años en la Mesa Local de Víctimas y de allí aprendí a conocer las instancias de apoyo a las víctimas como Hábitat, Secretaría de Salud, Integración Social, Alcaldía, Personería, entre otras; cómo se trabaja con ellas y porqué se realiza este trabajo. De esto me nació la idea de tener mi fundación, que se llama ‘Víctimas Resilientes en Suba’ y ya va para dos años”, indicó.
A través de esta organización, Rubilma se encarga de asesorar y articular las necesidades de las víctimas con la oferta institucional sin pedirles ni un peso. “Me di cuenta de situaciones como que les cobran por un derecho de petición, por darles una información y por llevarlos aquí o llevarlos allá. Yo me dije que eso no podía seguir así, porque si queremos hacer algo por las víctimas pues que sea sin ánimo de lucro. Ellos muchas veces no tienen ni para una libra de arroz, entonces no veo por qué les vamos a cobrar, yo soy muy desinteresada de eso”, aseguró.