En Suba, las tradicionales tiendas de barrio atraviesan uno de sus momentos más difíciles. La llegada de grandes superficies y cadenas de descuento, sumada al incremento en los costos de operación, ha dejado a muchos tenderos al borde del cierre. Para quienes han dedicado años a atender detrás del mostrador, el panorama se presenta incierto y lleno de retos.
Los tenderos aseguran que la competencia desigual es uno de los principales factores que los está afectando. Mientras las grandes superficies cuentan con promociones agresivas, compras al por mayor y campañas publicitarias masivas, las pequeñas tiendas deben sostenerse con márgenes reducidos y clientes que cada vez se dispersan más. “Antes vendía todo el día, ahora hay horas en que no entra nadie”, comenta don Ernesto, tendero del barrio Lisboa.
A esta presión se suma el aumento en los costos de arriendo, servicios públicos y productos. El alza en el precio de alimentos básicos y bebidas ha reducido el margen de ganancia, obligando a algunos tenderos a trabajar más horas para ganar menos. “Uno trata de no subir mucho los precios para no perder clientes, pero cada vez es más difícil”, explica doña Mercedes, propietaria de una tienda en Tibabuyes.
El cambio en los hábitos de consumo también juega un papel clave. Muchos compradores optan por visitar grandes almacenes una o dos veces al mes para hacer compras voluminosas, en lugar de ir a la tienda del barrio a diario. Esto reduce el flujo constante de ingresos que antes permitía a los tenderos mantener sus negocios a flote.
Para algunos líderes comunitarios, la pérdida de las tiendas de barrio sería un golpe duro para la vida social en Suba. Estos pequeños negocios no solo ofrecen productos, sino que funcionan como puntos de encuentro, lugares donde se comparten noticias, se fía a los vecinos y se mantiene una cercanía que las grandes superficies no pueden igualar. “La tienda de la esquina es parte de nuestra identidad”, señala Martha Jiménez, habitante del barrio Rincón.
Las asociaciones de tenderos han comenzado a buscar estrategias para enfrentar la crisis. Entre ellas, se encuentran las compras conjuntas para obtener mejores precios, la implementación de domicilios y el uso de redes sociales para atraer clientes. Sin embargo, reconocen que estas acciones requieren inversión y capacitación, algo que no todos pueden costear.
La comunidad pide a las autoridades apoyo para estos negocios, ya sea con programas de fortalecimiento, incentivos o ferias comerciales que les permitan competir en mejores condiciones. “No queremos que las tiendas desaparezcan, porque eso sería perder parte de nuestra cultura”, asegura un líder comunal.
Por ahora, la incertidumbre sigue marcando el día a día de los tenderos en Suba. Entre el amor por su oficio y las dificultades económicas, muchos se aferran a la esperanza de que la comunidad y las autoridades les ayuden a resistir la embestida de las grandes superficies y que la tienda de la esquina siga siendo un punto de vida en el barrio.
