La Universidad Nacional confirmó este 9 de enero su muerte. El reconocido científico fue director del Instituto de Inmunología del Hospital San Juan de Dios.
“Hoy ha partido un gran científico colombiano: Manuel Elkin Patarroyo. Su legado está representado, más que en la primera vacuna sintética del mundo, en una generación de investigadores a quienes inculcó el valor de construir país, generando conocimiento. ¡Gracias!”, detalló Gabriela Delgado, decana de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional.
Nacido el 3 de noviembre de 1946 en Ataco, Tolima, Patarroyo se interesó desde joven por la investigación científica y la medicina. Estudió en la Universidad Nacional de Colombia, donde se graduó como médico. Más adelante, obtuvo una beca para especializarse en inmunología en instituciones prestigiosas como la Universidad Rockefeller en Nueva York.
Patarroyo alcanzó notoriedad internacional en la década de 1980 gracias al desarrollo de la vacuna sintética contra la malaria, denominada SPf66.
La malaria, una enfermedad transmitida por mosquitos, afecta principalmente a países en desarrollo, causando millones de muertes cada año, especialmente en regiones tropicales de África, Asia y América Latina. Su enfoque innovador consistió en sintetizar químicamente fragmentos de proteínas del parásito Plasmodium, el agente causante de la malaria, para estimular la respuesta inmunitaria del cuerpo humano.
Aunque los resultados iniciales de la SPf66 mostraron eficacia moderada, especialmente en estudios realizados en América Latina, su efectividad no fue consistente en otras regiones endémicas como África.
Esto generó controversias dentro de la comunidad científica, pero también destacó la importancia de su metodología como un paso crucial en la lucha contra enfermedades tropicales. En 1994, Patarroyo donó los derechos de su vacuna a la Organización Mundial de la Salud (OMS), un gesto que subrayó su compromiso con el acceso equitativo a la salud.
Qué hizo Manuel Elkin Patarroyo
El reconocido científico fue uno de los precursores en la investigación para intentar hallar una vacuna contra la malaria.
Su trabajo le representó múltiples premios y reconocimientos a nivel global, incluyendo el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1994. Aunque su trabajo fue objeto de críticas y debates, su legado perdurará como un ejemplo del impacto que la ciencia puede tener en la mejora de la salud.