Bailando y riendo, así se vive la cultura en época del coronavirus en la Cárcel Distrital

Bailaban, aplaudían, cantaban e incitaban a sus compañeras y a todos quienes estuvieran en el pabellón a bailar. Si bien un tapabocas cubría su rostro, era evidente que debajo de esta prenda había una gran sonrisa, provocada por la emoción y la sorpresa.

No era para menos, aquel patio por el que suelen deambular, leer o jugar cambió esa mañana del 18 de junio. Se convirtió en un gran teatro y aquel segundo piso donde transitan para sus celdas en tarima, en un escenario cultural.

Todas ellas buscaron el mejor lugar para presenciar el espectáculo; aquellas mesas de metal en las que jugaban parqués, leían libros o comían se volvieron sillas de teatro, otras prefirieron ubicarse en medio del patio para ver todo desde una posición más central.

La actividad duró más de 40 minutos en los que estas personas privadas de la libertad prestaron total atención. Se generó un espacio en el que, la música, las risas y el arte les permitieron a estas mujeres olvidarse de su situación.

“Una canción para que recuerden aquel amor, aquel primer beso” fue la antesala que precedió la canción mexicana “bésame mucho”, también interpretaron “La travesía” de Lucho Arroyo. Fue un recital en vivo, una serenata dedicada para todas ellas que desde la primera canción fue aplaudida y valorada.

Al terminar el concierto, cuando cada uno de los miembros de la banda se despidió, un aplauso general recorrió el pabellón, no hicieron falta silbidos o gritos pidiendo otra canción. Sin embargo, una fuerte voz dispersó el sonido, era la voz del conocido juglar, actor y contador de historias Misael Torres. Quien captó por completo la atención de todas estas personas, ya no sólo de las mujeres que escuchaban atentas la historia, el personal de custodia y vigilancia y demás personas que allí se encontraban también hicieron silencio para escuchar al orador.

Era un relato medieval en el que un príncipe debía cumplir un castigo y encontrar la respuesta a la pregunta: “¿qué es lo que más quiere una mujer en el mundo?”, en la historia, el hermano del príncipe se casó con una bruja que de noche se transformaba en una hermosa doncella, quién preguntó al hombre cómo deseaba verla al despertar.

Misael encarnó a un príncipe, a un rey, una bruja y un anciano, sus expresivos gestos y detalladas descripciones hicieron reír a todo el pabellón, Torres interactuó todo el tiempo con las mujeres que nunca dejaron de participar y prestar atención mientras él desarrollaba su historia.

Llegó el momento de la respuesta a la pregunta, el final del cuento y la enseñanza: “Lo que una mujer más quiere en el mundo, es que la dejen decidir”.

En cuanto Torres terminó su historia, un estruendoso aplauso retumbó no sólo en ese pabellón, sino en los pasillos y pabellones aledaños, a quienes también les llegaría el turno de disfrutar momentos después o al día siguiente, ya que durante tres días se realizaron estas actividades en cada uno de los 6 pabellones de la Cárcel Distrital.

Así, aplaudido y agradecido, el contador de historias se retiró con una sonrisa que fue correspondida por todas sus espectadoras.

Usualmente, toda la población privada de la libertad que se encuentra en la Cárcel Distrital suele realizar y recibir actividades culturales que hacen parte de la atención integral que brinda la institución para su proceso de resocialización, estos talleres permiten que la Cárcel Distrital se posicione como la primera en Suramérica en tener la certificación ACA de la Asociación Americana de Correccionales por su trato a esta población.

Sin embargo, debido a la contingencia, las actividades fuera de pabellones fueron sustituidas por talleres dentro de ellos para continuar brindando atención cultural y reformadora. En este caso, con la colaboración de Catalina Valencia, Directora de IDARTES se llevaron a cabo estos eventos al interior del centro carcelario.

En un momento como el actual, donde las personas han tenido que quedarse en sus casas, esta actividad deja una importante lección el arte es una ventana al mundo. Así lo evidenció toda la población privada de la libertad de la Cárcel Distrital.