La situación en el parque de Berlín, en la localidad de Suba, se ha vuelto insostenible. A diario, vecinos y visitantes se encuentran con montañas de basura, muebles abandonados y escombros que se acumulan sin control. Aunque hay contenedores dispuestos para los residuos, el mal uso que se les da ha contribuido al desorden. No solo se desbordan por falta de recolección o exceso de basura, sino también por la forma inapropiada en que se depositan los desechos.
Lo más preocupante es que esta situación no es nueva. Habitantes del sector aseguran que llevan meses reportando el problema sin obtener soluciones efectivas. «Aquí uno saca la basura y ya en la mañana hay muebles, bolsas rotas y hasta animales muertos», comenta doña Elvira, una vecina que vive frente al parque desde hace más de 20 años. Las quejas se repiten una y otra vez, pero los resultados son mínimos o, simplemente, inexistentes.
A esto se suma el creciente número de habitantes de calle que frecuentan la zona. Algunos buscan entre los desechos lo que puedan reciclar o reutilizar, mientras otros instalan cambuches improvisados cerca de los juegos infantiles o zonas verdes. Esta presencia constante, sumada a la falta de control, genera preocupación entre los residentes, especialmente por la seguridad y salubridad del parque.
El parque de Berlín, que alguna vez fue un punto de encuentro para familias y niños, hoy parece más un botadero de todo tipo de residuos. Hay colchones, sillones, cajas viejas, restos de construcciones y basura orgánica, todo mezclado. Las lluvias empeoran la situación, ya que arrastran los residuos hacia las vías, generando malos olores y taponamientos en las alcantarillas cercanas.
Aunque la Alcaldía Local y la empresa de aseo han hecho campañas de sensibilización, la realidad es que muchos ciudadanos siguen arrojando basura sin conciencia. La falta de cultura ciudadana y el incumplimiento de horarios de recolección también son parte del problema. Los vecinos coinciden en que hace falta más presencia institucional, controles y sanciones para quienes no respetan las normas básicas de convivencia.
Mientras tanto, los residentes de Berlín viven con la frustración de ver cómo su parque se deteriora cada día más. “Es triste, porque esto era un sitio bonito, tranquilo, y ahora no se puede ni pasear”, cuenta Marta, madre de dos niños pequeños. Lo que era un espacio para compartir y respirar aire puro, se ha convertido en un foco de contaminación y desidia. La comunidad espera que, más allá de promesas, lleguen soluciones reales y duraderas.
