La preocupación sigue creciendo entre los habitantes de los barrios Aures Dos y El Rincón por el deterioro visible que sufre el Humedal Juan Amarillo. En los últimos meses, se ha hecho evidente la aparición de varios puntos críticos donde se acumulan basuras y escombros sin control. Los vecinos aseguran que la situación no solo afecta la imagen del sector, sino también la salud y la seguridad de quienes transitan por allí.
«Esto ya parece un botadero a cielo abierto», comenta doña Marta, residente del sector hace más de veinte años. Para muchos, la causa de esta problemática es una mezcla entre la falta de cultura ambiental y la escasa presencia de las autoridades. Algunos aseguran que hay quienes vienen desde otras zonas a arrojar desechos, aprovechando la falta de vigilancia.
El humedal, considerado uno de los pulmones verdes más importantes de la localidad, se ha visto invadido por montones de escombros, colchones viejos, bolsas de basura y hasta electrodomésticos abandonados. Lo más preocupante, dicen los vecinos, es que no hay campañas visibles que promuevan el cuidado del espacio ni una gestión clara para su limpieza.
Aunque se han realizado algunas jornadas de recolección organizadas por la comunidad, estas no dan abasto frente al ritmo con el que aparecen nuevos residuos. «Sentimos que nos dejaron solos con este problema», afirma Andrés, un joven que participa en actividades ambientales del barrio. Para él, la solución pasa por una intervención conjunta entre la comunidad, el Distrito y la Policía Ambiental.
Frente a esta situación, varios líderes barriales han elevado peticiones formales a las entidades competentes, pero aseguran que las respuestas han sido lentas y poco efectivas. También proponen la instalación de cámaras de seguridad y la señalización de zonas prohibidas para arrojar basura, como medidas mínimas para empezar a frenar el problema.
Mientras tanto, el humedal sigue recibiendo la carga de un problema que parece crecer cada semana. La pregunta que ronda en el aire es incómoda pero necesaria: ¿la culpa es solo de quienes arrojan los residuos, o también de una falta de compromiso institucional con la protección de estos espacios naturales? La respuesta, tal vez, exige una mirada más profunda y colectiva.
