El monumento ubicado en la Avenida Transversal de Suba a la altura del desvío que conduce a la Calle 138, elaborado por el escultor Julio Páez Ferro, se ha convertido en el presente en una nueva víctima del vandalismo, pues no cuenta con una placa informativa que explique la razón de estar en este lugar, cosa que los ciudadanos han solicitado.
Debido a esto se han presentado constantes actos de vandalismo por desconocer que es el recuerdo de 21 estudiantes fallecidos en trágicas circunstancias. A las 3:15 p.m. del 28 de abril de 2004, la ruta 12 del Colegio Agustiniano Norte se dirigía en dirección hacia el norte por la Avenida Suba, con destino al corazón de la localidad.
Todo iba con total normalidad, nadie habría imaginado la dolorosa tragedia que tomó por sorpresa a toda la ciudadanía durante la ampliación que se adelantaba en aquel tiempo de la vía por donde transitarían los buses de Transmilenio.
Aquel día, en el sentido contrario por la calzada en construcción hacia el sur descendía una máquina recicladora de asfalto. El conductor en un momento perdió el control del aparato de 40 toneladas cayendo desde los alto de la curva frente a la empresa de Vidrio Murán, justo sobre el bus escolar.
Los esfuerzos de aquellos que vieron el inesperado accidente fueron inútiles. Intentaron socorrer a los pequeños que se encontraban al interior del bus para para salvar sus vidas. No fue posible. Todo esfuerzo fue demasiado tarde, la muerte se arrojó pesada sobre la vida y la inocencia de los pequeños pasajeros del transporte escolar para tomar el timón y conducirlos hacia la eternidad.
La monstruosa máquina que devoraba asfalto se desbocó con estruendoso bramido. Cansada de morder el polvo del progreso por la construcción de la troncal de Suba para el sistema de transporte masivo de Transmilenio y empujada por el designio fatal, causó la muerte de 21 niños y dos adultos, dejando a su paso 24 heridos. Esta es considerada como una de las peores tragedias en la historia reciente de la ciudad de Bogotá.
Los padres destrozados y las familias de luto vivieron la peor experiencia de sus vidas y aunque los padres de las víctimas recibieron cerca de 5.500 millones de pesos por concepto de indemnización, la perdida y el dolor continúan allí, en silencio, convertidos en piedra y bronce como memoria de esas cortas vidas y como testimonio del incierto destino con el que nacemos.
El 30 de abril de 2004 se llevó a cabo el funeral de los niños fallecidos en el accidente y el colegio suspendió las clases por tres días en señal de duelo. El presidente de Colombia en ese entonces, Álvaro Uribe, mediante decreto, declaró el 29 de abril de ese año como día de duelo nacional.
Posteriormente al conductor de la máquina, Reinaldo Blanco, así como a Julián García despachador de la maquinaria y a Martín Rendón director del proyecto, se los condenó a 30 meses de cárcel.
La estación de TransMilenio se iba a llamar Los Pinos, pero debido a la tragedia, su nombre fue cambiado a 21 Ángeles, igualmente se erigió en el lugar del accidente el monumento de bronce y piedra que forma un arco sobre un ángel que parece una flecha lista a ser disparada al infinito cada vez que se acercan los vándalos a perturbar este trozo de memoria.