En las primeras horas de la mañana, cuando aún la ciudad apenas empieza a despertar, una trabajadora del sector de flores fue víctima de un raponazo en el barrio Bilbao, al noroccidente de Bogotá. El hecho ocurrió alrededor de las 5:00 a.m., mientras la mujer esperaba el bus que la recoge todos los días para llevarla a su lugar de trabajo en Cota.
Según relató la víctima, un ciclista se acercó sigilosamente por detrás y, sin mediar palabra, le arrebató el celular de las manos con fuerza. El susto fue tan grande que apenas pudo reaccionar. “Fue todo muy rápido. Yo estaba revisando la hora y de un momento a otro sentí el tirón. Solo vi cómo se iba pedaleando con el celular en la mano”, comentó aún nerviosa.
El caso ha generado preocupación entre los vecinos de la zona, quienes aseguran que no es la primera vez que algo así ocurre en ese paradero. Muchos trabajadores madrugan desde las 4:00 a.m. para llegar a sus empleos en la Sabana, y sienten que esa franja horaria queda completamente desprotegida. “Uno no ve ni un policía a esa hora, y los ladrones ya saben eso”, dijo un residente del sector.
La falta de iluminación también es parte del problema. Aunque en la zona hay postes, varios están fuera de servicio, lo que deja al paradero en penumbra. Esto, sumado al escaso movimiento de personas a esa hora, convierte el lugar en un punto perfecto para los delincuentes. “No estamos pidiendo milagros, solo que nos cuiden un poco más”, insistió otra vecina.
Los vecinos están haciendo un llamado a las autoridades para que refuercen la seguridad durante la madrugada, especialmente en los puntos donde hay alto flujo de trabajadores que se movilizan hacia municipios como Cota, Chía y Mosquera. Proponen patrullajes a pie o en moto en horarios críticos y campañas de prevención para alertar sobre estos delitos.
Por ahora, la víctima del raponazo logró bloquear su celular y está considerando poner la denuncia, aunque reconoce que no tiene muchas esperanzas de recuperarlo. Lo que más le preocupa, dice, no es el aparato en sí, sino la sensación de vulnerabilidad que quedó después del susto. “Uno sale a trabajar, no a que lo roben”, concluyó.
