Bogotá se conecta al futuro: la educación virtual rompe barreras y transforma vidas

Bogotá se conecta al futuro: la educación virtual rompe barreras y transforma vidas

Mientras la atención sigue centrada en los retos de la educación presencial, en Bogotá se está gestando una transformación silenciosa, pero profunda: la educación virtual. Lo que comenzó como una solución de emergencia durante la pandemia, hoy se consolida como una apuesta real, dinámica y creciente para miles de estudiantes que buscan una alternativa flexible, de calidad y más cercana a sus realidades.

Los números hablan por sí solos. De acuerdo con datos del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (SNIES), solo en el primer semestre de 2025 se matricularon 2.270 nuevos estudiantes en programas virtuales en Bogotá. Es un salto del 26% frente al año anterior. Pero más allá del porcentaje, lo importante es el mensaje: la virtualidad dejó de ser un plan B para convertirse en la opción preferida de muchos.

Detrás de este crecimiento sostenido hay una tendencia que se viene consolidando desde 2018, con un impulso clave en 2021. Lo curioso es que, incluso tras el fin de las restricciones sanitarias, el interés por estudiar en modalidad virtual no se apagó. Al contrario, se mantuvo firme. Esa persistencia indica que no estamos frente a una moda pasajera, sino ante un cambio profundo en la forma de entender y vivir la educación.

Las localidades con más estudiantes virtuales —Kennedy, Suba, Engativá, Bosa, San Cristóbal y Ciudad Bolívar— tienen algo en común: muchas dificultades para acceder a una universidad presencial. Ya sea por temas de movilidad, tiempo o costos, la educación virtual se ha convertido en una herramienta poderosa de inclusión. En estos territorios, estudiar desde casa ya no es una ilusión: es una realidad transformadora.

Las razones de esta preferencia son tan humanas como prácticas. La flexibilidad de horarios, la posibilidad de trabajar y estudiar al tiempo, el ahorro en transporte y la comodidad de acceder desde cualquier lugar son solo algunos de los factores que han impulsado esta ola digital. Y cuando detrás hay instituciones comprometidas, con plataformas sólidas y modelos pedagógicos centrados en el estudiante, la experiencia se vuelve aún más valiosa.

El reto ahora es colectivo. Instituciones como Areandina están haciendo su parte, pero se necesita un esfuerzo articulado: desde el Estado, invirtiendo en infraestructura y cerrando brechas digitales; desde los medios, visibilizando estas historias de cambio; y desde la sociedad, reconociendo que la educación virtual no es una opción menor. Es, sin duda, una nueva forma de soñar, aprender y construir futuro.

By Yenifer Ardila

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